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. jueves, 21 de junio de 2007


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Transcribo un artículo de Andrés Trapiello; espero que les resulte de interés:

"LA RUISEÑORA" (Andrés Trapiello)

¿Qué pensarían de alguien que, preguntado por el ruiseñor, lo dijera todo acerca de este pájaro menos que canta bien? Es lo que le sucede al diccionario de la Real Academia. Cuando hace unas semanas la ministra de Igualdad se refirió a las miembras, los ataques más furiosos por el uso de esta palabra procedieron, como era de esperar, de unos cuantos miembros de la RAE, a los que se sumó una de sus miembras. ¿No es un sarcasmo que los académicos se digan miembros siendo la mayor parte de ellos prostáticos? Por otro lado, el problema del machismo es, como se sabe, cosa de la mayor parte de los varones y... de la mayor parte de las mujeres, no necesariamnte varonas.
Pocos han saludado esta nueva palabra que tiene, además, tantos visos de prosperar. Naturalmente que el lenguaje nos constituye, pero también es el poder, y el poder lo han detentado los varones desde la noche de los tiempos, y si los ruiseñores hubieran tenido alguno en este mundo ya habrían protestado vivamente. Hace unos años me contó Delibes que él dejó de asistir a las sesiones de la Academia cuando su director, a la sazón el urbanita Dámaso Alonso, le pidió con gran urbanidad que dejara de darles el tostón queriendo meter en la jaula del diccionario a muchos pájaros que aún volaban libres sin llevar en la pata la anilla de la RAE. Se conoce que a sus miembros y miembras los ruiseñores sólo les gustan fritos.
Espera y desea uno que miembra prospere como palabra y que la RAE no tenga más remedio que aceptarla. No sería la primera que llega allí por la puerta falsa. Según Rico la palabra lercha que leemos en el Quijote, aceptada por esta sola razón, no es sino una errata: percha. Miembra no es una errata.
Está acreditado que el lenguaje (no sólo el habla) discrimina a las mujeres, y se han recordado ahora los furibundos trenos de algunos esclarecidos próceres cuando hace años las pioneras exigieron que se llamase médicas o juezas. ¿Cuál fue la razón de tal defensa numantina para impedir los cambios? Que "sonaban" mal. ¿No será como escribía Adolfo García Ortega que muchos han visto ahora en peligro un miembro que es el símbolo supremo de la virilidad y del dominio de los varones? Carmen Heredero, en un interesante trabajo sobre sexismo y lenguaje, echa en falta que el diccionario de la RAE siga sin dar alternativas a expresiones como "hombres de Estado" o "caballerosidad", de las que quedan excluidas las mujeres. A propósito de miembra se han recordado los nombres epicenos, aquellos que pueden designar individuos de los dos géneros: hormiga, liebre, pulga, mosquito, ruiseñor... Aunque de forma tardía, la gramática ha admitido al fin que las diferencias sexuales no simpre determinan diferencias de género. Sin la menor duda, si a la hormiga pudiesen vérsele las turmas, ¿qué problema habrían en llamarle hormigo? Cierto que es el ruiseñor macho quien sostiene con su canto la incuba de la hembra, pero no consta que esta , por el hecho de no trinar, deje de tener derecho a ser llamada ruiseñora. Otro problema difrente es el de aquellos que viendo extinguirse los privilegios de su sexo, se atrincheran en los de su género.

webpagina dijo...

es muy interesante y util. gracias